Estas palabras van como amables indicaciones para contextualizar estos textos que, en el caso de Detenidas, Locas e Inundadas, por ejemplo, se remiten a fines de los años 90, en un país que, luego del regreso de la democracia, padeció una atroz política de impunidad de parte del Estado, esta impunidad que mi generación, que considero la del “Nunca Más” (con infancia en la dictadura y con adolescencia en el despertar democrático), vivió muy activamente, en resistencia, y el teatro, como siempre, fue punta de lanza de expresiones que se pusieron de pie, frente a esa política de la desmemoria colectiva. De la misma manera, Bahía Blanca es la réplica teatral de esa fuga de afectos y amores que hacían cola en las embajadas para huir de la crisis que ese neoliberalismo nos había dejado.
Sin embargo, en Enredos y tribulaciones de dos que no suben al tren, la posible rebeldía de esos seres hacia ese supuesto destino al que todxs debemos obedecer y en el que todxs tenemos que encajar preanuncia un nuevo horizonte de escritura, en el que la identidad de género empieza a colarse muy urgentemente, para terminar interpelando desde la identidad travesti/trans, a una sociedad que
nos enterraba en los cementerios de todxs, sin nuestros nombres elegidos, entre muchas otras violencias, como es Magda o la poca rebeldía del mármol, texto escrito antes de la promulgación de la Ley de identidad de género en la Argentina.
Por último, resaltar que cada uno de estos textos necesitó y seguirá necesitando de lo más vital y urgente del teatro, que son las actrices y los actores, o de lxs lectores de teatro, esos cuerpos y esas almas entregadxs, y en explosión poética, desde donde cobra toda vida posible algo que, si no, sería letra muerta.